14 abr 2009

Acuerdo de Locarno. Conferencia de Roma. MacDonald, Mussolini, Daladier y Hitler

A principios de 1933 ya se intuía la guerra, y Hitler aún no era Führer
MacDonald, Mussolini, Daladier, Hitler 
de mi "Estampa" marzo 1933


El incumplimiento por parte de los vencedores de la Gran Guerra del Acuerdo de Locarno fue la causa de la Conferencia de Roma, donde la intolerancia de británicos y franceses y la soberbia de Hitler dieron paso a la Segunda Guerra Mundial. El caso es que la guerra ya se preveía antes de la Conferencia de Roma.

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Las disposiciones del Tratado de Versalles no podían albergar otra salida distinta que no fuese la continuación de la guerra. La paz con la que se dio por finalizada la Gran Guerra se había cerrado en falso, con insensibilidad, injusticia y precariedad.

MacDonald

Dos pueblos, una lucha

El Tratado de Versalles no fue considerado válido por Estados Unidos, al no ser firmado por los representantes estadounidenses en la conferencia de paz, pues siguieron las instrucciones de su Congreso, en donde el presidente Woodrow Wilson, del Partido Demócrata, no había sido capaz de convencer a la mayoría republicana acerca de las "bondades" de los "Catorce Puntos de Wilson, base del Tratado de Versalles.
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El Congreso de Estados Unidos se había unido en su rechazo a la decisión del delegado del Tesoro británico en Versalles, John Maynard Keynes, que había abandonado las sesiones denunciando lo que se estaba fraguando; dictaminando: "El Tratado era inmoral e incompetente".
Incluso, entre los vencedores hubo descontentos con las disposiciones, ya que Italia se consideró engañada, al no cumplirse los acuerdos previos basados en las pretensiones que había expuesto Víctor Manuel III para entrar en la guerra en favor de británicos y franceses en un tiempo en el que todavía estaba vigente su alianza, la Triple Alianza, firmada por Italia con Alemania y Austria-Hungría.
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Los desastres de la guerra, el disgusto del pueblo italiano con los resultados de la paz, que no confirmaron las expectativas de preguerra, y el avance del socialismo soviético, el estalinismo, en Europa, y en concreto en Italia, propició una imparable reacción popular de las clases medias y tradicionales y cristianas en contra de la situación política. Ciudadanos desengaños elevaron al poder el fascismo de Benito Mussolini; quien, tras ser nombrado presidente del Consejo de Ministros el 31 de octubre de 1922, conservó la figura del rey en la presidencia de la nación y devolvió a El Vaticano la titularidad de su Ciudad.
Alemania había perdido en Versalles todas sus colonias y las conquistas realizadas durante la guerra contra la Unión Soviética sancionadas en el Tratado de Brest-Litovsk. Además, Alemania tuvo que pagar una indemnización que hipotecó sus esfuerzos productivos durante años. Además, Alemania vio embargada su marina, la de guerra y la mercante. Las sanciones alcanzar
on hasta el año 1931.
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Benito Mussolini joven

Sin embargo, lo que, en general, tanto el pueblo alemán como el austriaco nunca perdonaron, y más aún las personas erradicadas de la patria, consistió en que regiones habitadas total o en mayoría por alemanes o austriacos pasasen a administraciones extranjeras. Refiriéndonos a Alemania, esto sucedió con pequeñas áreas fronterizas con Bélgica y Dinamarca; con el este de Pomerania y la Alta Silesia, que fueron integradas en Polonia; con Danzig, que quedó bajo control polaco y con los Sudetes (región poblada en mayoría por alemanes y que desde el siglo XIII pertenecía a la corona de los Habsburgo austriacos), que pasaron a formar parte de la joven Checoslovaquia, nación falsa, conforme el  tiempo demostró. Alsacia y Lorena se transfirieron a Francia; si bien es verdad que estas dos regiones estaban en litigio desde hacía siglos y que en ambas los franceses tenían sus razones, más en Lorena, mucho menos en la más germana Alsacia (1) (2).
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.Los gobernantes demócratas de la República de Alemania, la República de Weimar, desde el momento en que fue aprobada la Constitución del 31 de julio de 1919 estuvieron reclamando, en Locarno y en la Sociedad de las Naciones, la revisión de los nunca negociados acuerdos del Tratado de Versalles.
La tensión política entre Alemania y Francia fue creciendo poco a poco. La animadversión del pueblo alemán a la situación se tradujo en un fuerte deseo de integración nacional y, en consecuencia, en el desarrollo de movimientos nacionalistas protagonizados tanto por las derechas como por las izquierdas. No obstante, como los vencedores de la guerra no se avenían a razones, la continuación de la Gran Guerra representaba una amenaza real.
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Woodrow Wilson explicando en el Congreso
de EEUU las razones de sus 14 puntos

En cualquier tiempo pasado, en Europa Occidental, las condiciones de paz nunca se habían aproximado a la gran dureza aplicada en Versalles. El ejemplo más próximo estaba en la reciente confrontación, cuando sin motivos de alguna importancia Napoleón III había declarado la guerra a Prusia: guerra franco-rusiana. Las disposiciones del Tratado de Frankfurt-am-Main de mayo de 1871, que pusieron punto final al conflicto, no tuvieron nada que ver con las resoluciones de Versalles. En ellas, el trato recibido por Alemania resultó muy distinto al que habían recibido los franceses años antes (2).
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Los esfuerzos de Gustav Stresemann, ministro de Asuntos Exteriores alemán (y canciller de la nación durante unos meses en 1923) desde 1923 hasta su muerte ocurrida en 1929 y de su par en la Tercera República francesa, Aristide Briand, lograron que las relaciones entre estos dos países no terminaran en un nuevo enfrentamiento bélico. Por ello, ambos recibieron el Premio Nobel de la Paz de 1926, premio justo debido a sus méritos para sacar adelante el Acuerdo o Pacto de Locarno, firmado el 16 de octubre de 1925 por Alemania, Francia, Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda, Italia, Polonia, Bélgica y Checoslovaquia. Austria y Hungría, separadas por los tratados de paz de la Conferencia de París y que también reclamaban regiones, no intervinieron en las conversaciones.
Durante los tiempos de la Conferencia los británicos estuvieron regidos por Jorge V. El conservador Stalley Badwin ejerció como primer ministro entre el 23 de mayo de 1923 y el 5 de junio de 1929, excepto en el periodo comprendido del 22 de enero al 4 de noviembre de 1924 en el que el cargo recayó en Ramsay MacDonald, quien volvió al puesto en 1929.
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Aristide Briand en Berlín, a su izquierda y
también saludando, Pierre Laval

Por el Acuerdo de Locarno, Alemania reconoció por primera vez las fronteras marcadas con Francia y Bélgica en Versalles; no así la demarcación fronteriza con Polonia y Checoslovaquia. A este respecto, se acordó que existía un litigio, y que su arbitraje se llevara a la Sociedad de las Naciones, para lo cual se admitió que Alemania entrase a formar parte de dicha organización en 1926. Por el Pacto y pendiente de los formulismos, los plebiscitos y las consultas figuraban ineludiblemente en todas las agendas.
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Stresemann cometió un gran error en Locarno, pues en su intento de marcar nuevas fronteras y mejorar las condiciones económicas impuestas por los vencedores de la Gran Guerra en la zona industrial del Ruhr, se puso en manos de una burocracia nueva e inoperante dirigida por ingleses y franceses, no valorando adecuadamente la inflexibilidad franco-británica. Los pequeños logros conseguidos no compensaron, con mucho, lo que cedió en sus reclamaciones territoriales. El "bondadoso" Stresemann entregó definitivamente territorios, y las reclamaciones de otras regiones que Alemania no podía ceder por ser de cultura alemana habitados por alemanes, fueron aparcados en vía muerta, pues "las palabras se las lleva el viento". Pero se suele juzgar por lo aparente y los beneficios a corto plazo; es lógico que a Stresemann le concediesen el premio Nobel de la Paz (3).
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La Gran Depresión incrementó el desasosiego de los pueblos europeos donde estaban establecidos regímenes demócratas. Los padecimientos de los alemanes fueron todavía sensiblemente mayores debido a las sanciones económicas marcadas en el Tratado de Versalles.


Intermediación de Mussolini para salvaguardar la paz. Conferencia de Roma
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El 18 de marzo de 1933, la Italia del duce Benito Mussolini recibió en el puerto de Ostia a una embajada británica encabezada por el primer ministro del gobierno y fundador del Partido Laborista Ramsay MacDonald y el secretario de Relaciones Exteriores, el liberal John Simon.
Estaba previsto que días después llegaran a Roma, como así fue, el presidente del Consejo de Ministros de Francia, Édouard Daladier, y el canciller de la República de Alemania, Adolf Hitler, que había conseguido su cargo el pasado 30 de enero de 1933. y que deseaba dejar zanjadas diplomáticamente el tema de las segregaciones nacionales, desarregladas en Versalles e inconclusas en Locarno.
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El propósito de las conversaciones gestionadas por Benito Mussolini era la de sentar las bases con la finalidad última de alcanzar el entendimiento necesario para mantener una paz en Europa que, en esos momentos, se veía amenazada por la pobreza latente, tras varios años de depresión económica, y por las reivindicaciones territoriales motivadas por la aplicación de las cláusulas del Tratado de Versalles y la inoperancia de los Acuerdos de Locarno. La Conferencia de Roma tenía la misión de aliviar las tensiones en Europa y concretar las promesas realizadas en Locarno por los vencedores de la Gran Guerra.

Daladier inaugura un monumento en Reims

Las reclamaciones no sólo eran presentadas por los países que habían sido derrotados en la guerra y tenían destrozada su integridad nacional, sino también por Italia, que abandonado las pretensiones sobre los terrenos europeos prometidos por británicos y franceses, con anterioridad a su entrada en la Gran Guerra, solicitaba, ahora, su deseo de agregarse Túnez, región africana situada frente a sus costas; para ello debía contar con la aprobación de las potencias europeas.
Hitler no sólo heredó las reclamaciones de los gobiernos socialdemócratas de la República alemana de Weimar, sino que las potenció, urgiendo los deseos del pueblo alemán de reintegrar al suelo patrio las regiones alemanas segregadas por el Tratado de Versalles. De ahí que la mayoría de los europeos comprendiesen que la única solución válida para que la guerra, mal finalizada en 1918, no se reanudara era que tanto MacDonald como Daladier rectificaran, anulando los inadecuados cambios territoriales decretados en Versalles que en Europa habían afectado gravemente la integridad alemana, pretendiendo que al menos se regresara a la situación de 1870, es decir: conservando Francia las provincias de Alsacia y Lorena, tal como se había convenido en el Pacto de Locarno.
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Stresemann en la Sociedad de las Naciones

Otra solución válida consistía en permitir plebiscitos en las regiones en litigio. Sin embargo, ni británicos, ni franceses, ni las naciones ocupantes tenían el propósito de realizarlos conforme se habló pero no se selló en Locarno; no admitiendo cualquier modelo de consulta, con independencia del sistema político existente en la nación que presentase la moción.
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Pero ni esta reunión en Roma,  ni las oficiales sostenidas durante quince años entre las burocracias oficiales, sirvieron para suavizar las disposiciones unilaterales tomadas en Versalles (1). Debido a esta inoperancia, Hitler decidió abandonar la Sociedad de las Naciones el 14 de octubre de 1933 (3), y a la vez la Conferencia Internacional de Desarme, organismo creado en febrero de 1932 por los vencedores europeos de la Gran Guerra con la finalidad de que Alemania continuase desarmada.

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La desgracia para el pueblo alemán consistió que Hitler mezcló sus lógicos y populares anhelos reivindicativos Hitler con una enorme violencia, en correspondencia y continuación a la existente pocos años antes, y con un antisemitismo, que se convirtió en asesino conforme avanzaba la simpar crueldad de una guerra que concluyó en Nagasaki; y en la que Hitler decidió con anticipación el resultado final al agredir en 1941, como un estúpido, a la Unión Soviética de Stalin, su reciente aliado y cómplice en la ocupación de las tierras polacas.
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MacDonald fue sustituido por Stanley Baldwin en junio de 1935, quien durante el periodo que gobernó, hasta 1937, no cambió en nada la política de su antecesor.
En Francia, Daladier continuó en su cargo hasta que fue reemplazado por Paul Reynaud en mayo de 1940, ya en tiempos de plena derrota francesa en la guerra, cuando la Wehrmacht pasó al ataque tras un periodo de inactividad bélica durante el cual fue imposible llegar a acuerdos de paz.
La posición política pacificadora de Mussolini en la conferencia de paz en Roma, no llegaría en esta ocasión, al igual que en otras posteriores, a buen puerto. El año 1933 era propicio para programas de paz y justicia que subsanaran los fallos del Tratado de Versalles, pues entonces Hitler todavía sólo poseía parte del poder, al ser Hindenburg el presidente electo de la República alemana, pero 1933 resultó ser un año inicuo.
El carácter y las pretensiones de Hitler durante los primeros tiempos de su mandato, fueron distintos a los que manifestaría años más tarde en la Conferencia de Múnich, en septiembre de 1938 (4).
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Desfile nacionalsocialista
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(3) La Sociedad de la Naciones fue un organismo internacional creado por los vencedores de la Gran Guerra  el 28 de junio de 1919. La idea del proyecto se debió a Woodrow Wilson. La Sociedad de las Naciones inauguró sus sesiones en noviembre de 1920. En ella se integraron treinta y dos países, entre los que no figuró Estados Unidos debido a la negativa del Congreso estadounidense; además, tampoco se incorporó en administraciones posteriores, pues Wilson no había consultado al Congreso para crear o participar en la Sociedad de las Naciones, como era preceptivo.
Conferencia Múnich. Hitler y Mussolini
Detrás: Göring, Ciano y Wilhelm Keitel

Japón, combatiente a última hora en la Gran Guerra, se retiró de la Sociedad de las Naciones en 1933. Paraguay la abandonó en 1935, debido a una injusticia o caciquería que se cometió con ella, como pronto se demostró. Italia hizo lo mismo en 1936, y la propia Sociedad se disolvió el 18 de abril de 1946, sólo un breve espacio de tiempo tras acabar la Segunda Guerra Mundial. La Sociedad de las Naciones se sustituyó por la Organización de las Naciones Unidas, ONU.
Hitler, el 20 de febrero de 1938, en el Reichstag, explicó: "Hemos abandonado la Sociedad de las Naciones porque, conforme a su origen y a sus obligaciones, nos negó el derecho a la igualdad de armamento y, por tanto, a la igualdad en la seguridad".

La Sociedad de las Naciones había llevado a cabo un plebiscito vinculante, conforme a las disposiciones del Tratado de Versalles, en el Sarre el 13 de enero de 1935, región alemana que estaba bajo su control. El resultado fue el siguiente: partidarios de la integración con Alemania, el 90,73%; partidarios de incorporarse a Francia, el 0,40%: partidarios de continuar bajo el control de la Sociedad de las Naciones, el resto. Votó el 98% de la población con derecho al voto.
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(4) Leer  "Acuerdo o Conferencia de Múnich"

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                                                   Mussolini en noviembre de 1926

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Hitler y Eva Braun.
 Foto Bettmann-Corbi s

Fotografía de cabecera: MacDonald, Mussolini, Daladier y Hitler
En fotografía, orden descendente:
MacDonald
Sello con Hitler y Mussolini, con el lema: "dos pueblos, una causa"
Benito Mussolini
Woodrow Wilson explicando en el Congreso de Estados Unidos la bondad de sus "14 Puntos"
Aristide Briand en una visita a Berlín. A su izquierda, y también saludando, Pierre Laval
Hitler con Mussolini.
Daladier dirigiéndose a los asistentes en una inauguración en Reims.
Stresemann disertando en la Sociedad de las Naciones.
La División Brennero  ante el Duce. 1935
Ilustración de "La Domenica del Corrier
e"
Adolf Hitler
Desfile nacionalsocialista
Adolf Hitler y Benito Mussolini, detrás Herman Göring, Galeazzo Ciano y Wilhelm Keitel durante la Conferencia de Múnich, el 29 de septiembre de 1938.
Hitler y Eva Braun, del archivo Bettmann-Corbis.
La División Brennero desfila ante el Duce en 1935, ilustración de "La Domenica del Corriere."
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